En la práctica osteopática es común darse cuenta que tal o cual disfunción o cuadro disfuncional tiene su origen en cuestiones emocionales o psicológicas, como ser la muerte de un familiar cercano o la imposibilidad de aceptación de limitaciones autoestablecidas.
Las relaciones etiológicas que atraviesan las barreras entre lo psíquico y lo somático han sido estudiadas ampliamente tanto dentro de la psicología (desde las teorías psicosomáticas del psicoanálisis hasta las actuales psicoterapias sensorimotoras y terapias de trauma) como dentro de la medicina (desde el trabajo sobre stress de Cannon hasta los modernos usos de mindfulness como terapia de manejo del dolor).
Ahora bien, ¿qué puede hacer el osteópata cuando se encuentra ante un cuadro sintomático de causas emocionales o psíquicas? Ya dijimos que el osteópata debe trabajar para desmantelar la causa primaria, de lo contrario la disfunciones somáticas seguirán produciéndose. Pero si la causa primaria es un trauma psíquico… ¿cómo lograr desmantelarla para que las disfunciones somáticas desaparezcan?
Quien más aceptación ha tenido relacionando las emociones con el cuerpo ha sido Antonio Damasio, con su teoría de los marcadores somáticos. Estos marcadores somáticos son sensaciones en el cuerpo relacionadas con emociones, tal como la asociación de taquicardia con ansiedad o de náusea con disgusto. Su teoría ha revolucionado las neurociencias y disparado multitud de estudios académicos, entre ellos investigaciones sobre la afecciones psicosomáticas.
Y aquí, creemos, es donde puede ayudar el osteópata. En dirigir la atención del paciente hacia la experiencia interoceptiva y los sentimientos asociados.
Esto, de hecho, es práctica de todos los días, y es notorio cómo mejoran pacientes con dolores musculares, trastornos digestivos o del sueño, cuando se incluye en el tratamiento un abordaje emocional.
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